
... y aquí, en ese suelo fértil en el que me envolviste de historias del pasado, tanto conociste y tanto enseñaste. Es que la vida durante tus 90 años te hicieron caminar por sobre las décadas del tiempo. Viviste los cambios que marcaron tu generación, la de tus hijos, nietos y bisnietos, muchas veces no comprendiste lo que pasaba ahí afuera, los años parecieran que no pasaban, pero no era así, todas esa historias que se depositaban en cada arruga eran producto de lo fugaz que había sido la vida. Esas largas horas de navegación ajustando las velas del viejo chalupón para recalar en tu destino, el cultivar la tierra, organizar el ganado, el campo, el bosque... te hicieron pasar desapercibido los minutos, dedicaste tanto tiempo en formar y ver crecer a tu familia que de pronto llegaron los años, ese cigarro que acompañó las largas noches de invierno hacía florecer sus marcas. Nos hablabas en tiempo pasado, ya el futuro no importaba, nos enseñaste tantas cosas que la vida te enseño, nos contaste tantas historias que nunca dejaron de ser agradable a la hora que sea, incluso cuando la voz solía ser inaudita.
Tú mente frágil y pies cansados, una mirada ida pero tan cercana a los tuyos, nos decían que la vida llegaba al final de su tiempo. Te miré muchas veces y escuché con atención esas palabras que no se escuchaban, sentía miedo de lo que pasaría, y orgullo de ser tu nieto. Había aprendido tanto, y tanto hay en mi que te recuerdo siempre, no olvidare aquel hombre que me vio crecer, y que se ganó tan dentro mio aquella madrugada cuando te fuiste. Descansa en paz viejo querido, aquí tu sangre aún circula por la vida. TE AMO!
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